28 de diciembre de 2012

Me recuesto junto a él en el asiento y dejo que su música se apodere de mí. Durante media hora, encuentro cierta paz en el hecho de notar que el corazón de otra persona late al mismo ritmo que el mío.



Soy de las que piensan que lo amargo se vuelve dulce, que si dices "no", pienso que es un "no sé", que arrastrarse es lo último y, si es cuestión de ignorar, en eso tengo un sobresaliente.

Acepto seguirte el juego, pero siempre me quedo sin vidas. Si sonrío es que te quiero, y si te miro mal es que odio quererte. No digas que no tengo razón, porque siempre la tengo, y sino demuéstramelo.

Me encantan los besos robados, solo si se merecen. También suelo imaginar cosas que no van a ninguna parte. Adoro los imposibles porque dan sentido a la vida. Siempre muero de ganas por todo. Ahora no va a ser menos.

Esas tardes de verano apurándonos los cuerpos valía más el 

bar de abajo  que toda Nueva York.



Decía que tenía el corazón alicatao hasta el techo, 
que a ver si no podía hacerle yo una cenefa a besos.

Que sólo quiero que seas feliz, verte sonreír.